Requiem de Maurice Duruflè
“El Requiem de Maurice Duruflé” es un programa dedicado íntegramente al misterio salvador y redentor de Cristo, fuente de agua viva y descanso eterno para todo aquel que vive en Él y para Él.
Escrito para coro, gran orquesta y órgano, Maurice Duruflé, plantea un Réquiem lleno de calma, esperanza y serenidad, lejos de los habituales tremendismos del siglo XIX.
Podrá apreciarse en su escucha que este “Réquiem” se basa en la Misa y Oficio de difuntos gregoriano. Escrito a la memoria de su padre, el compositor establece una interesante relación entre la modalidad y métrica gregorianas y la evolución del lenguaje musical–polifonía y contrapunto– del siglo XX, con grandes influencias melódicas de su compatriota Claude Debussy.
Requiem de Fauré
Si acaso tuviéramos que resumir en una palabra el contenido del Réquiem de Fauré, sin duda, ésta sería paz. Fauré desarrolló una intensa labor como organista en varias iglesias, siendo la última La Madeleine, en París. Fruto de ello es el “obligado” conocimiento de la liturgia católica, así como todos sus textos, incluyendo el correspondiente al réquiem.
En una ocasión, y referido al Réquiem, manifestó: “Se ha dicho que mi Réquiem no expresa el miedo a la muerte, y ha habido quien lo ha llamado un arrullo de la muerte. Pues bien, es que así es como yo veo la muerte, como una feliz liberación, una aspiración a una felicidad superior, antes que una penosa experiencia… En cuanto a mi Réquiem, quizás también he querido yo escapar del pensamiento más habitual, ¡después de tantos años acompañando al órgano servicios fúnebres! Lo sé todo gracias al corazón. Yo quise escribir algo diferente.”
Requiem de Mozart
La Misa de Réquiem en re menor K. 626 es la última obra que Mozart compuso y, probablemente, una de las más importantes de todo su catálogo, no solo por su calidad musical, sino también por la leyenda que a ella va asociada.
Las características musicales de este réquiem reflejan muy bien el estilo compositivo de la última época de Mozart: el uso de timbres sombríos, acentuado por el empleo de trombones y corni di bassetto (clarinetes bajos); el carácter solemne que aporta la tonalidad de re menor; la utilización de cromatismos muy acentuados y la inclusión de elementos barrocos (secciones polifónicas y fugadas) que casan a la perfección con el contenido de la obra y con el momento vital en el que se encontraba el compositor. Le sobrevino la muerte antes de ver terminada su gran obra. Solo llegó a componer los primeros compases del Lacrimosa, y fue su discípulo Süssmayr quien completó la instrumentación (según las indicaciones de la partitura de Mozart) y las partes que faltaban.